Por Any Verdeja
Un icónico gigante de acero que se yergue histórico a unos pasos de la Casa de Morelos en el municipio de Ecatepec en el Estado de México, el famoso Puente de Fierro ha sido un mudo espectador de la transformación del municipio más poblado de todo el mundo y también del más inseguro.
Hoy el tema del Puente de Fierro se vuelve a poner de moda porque se ha anunciado su rehabilitación, pero algunos no saben que este puente fue diseñado por el mismo autor de la Torre Eiffel en la Ciudad de París, en Francia, Gustav Eiffel.
Construido en 1970, puedo contar que como buena ecatepense crucé por ese puente miles, quizá millones de veces. Tuve varios domicilios en Ecatepec, todos en zonas populares y en ese entonces suburbanas: Alta Villa, Aragón y San Cristóbal Centro, viajar de Ecatepec a las Pirámides por ejemplo, era una verdadera excursión y llegar a las delicias de las aguas termales de los municipios colindantes con Hidalgo ya era viajar de verdad.
Pero para poder llegar a la zona arqueológica más visitada del Estado de México, una solitaria Pirámide del Sol, era preciso cruzar el emocionante Puente de Fierro… mi padre anunciaba con voz de Indiana Jones, la aventura que estábamos a punto de experimentar, “El puente, el puente!”; y cuatro pares de ojos de niñas se pegaban al vidrio de las ventanas para ver cómo nuestro auto cruzaba el puente, “El Puente de Fierro”.
Con la emoción infantil, prácticamente pasaba desapercibido el fétido olor que despedían (y aún lo hacen) las aguas negras del Gran Canal y que prácticamente marcaba una frontera natural entre la zona conurbada y… “lo demás”.
Pasar por la estructura metálica del puente era un acto de valentía, o al menos así lo veía yo en la primera década del puente y mía (es mayor que yo por dos años), el puente no tenía una plataforma como tal, sino un par de estructuras, como vías flotantes por las que los carros pasaban, así que si te asomabas por la ventana veías hasta el río que en ese entonces aún tenía corriente. Un auto de ida y un auto de vuelta era el flujo transitado pero constante.
Para Ecatepec el terremoto de 1985 se convirtió en un parteaguas a nivel de explosión demográfica, la Ciudad de México en ruinas llevó a muchos capitalinos a tomar a este municipio como una opción barata y cercana a la capital del país.
Las constructoras no podían dejar de lado esta oportunidad de edificar viviendas pequeñas y de bajos costos que fueron ocupados en un abrir y cerrar de ojos, el fenómeno migratorio en esta región fue avasallador, el crecimiento poblacional se desbordó en la siguiente década como no ha vuelto a suceder y desde todos los flancos, nuestro Puente de Fierro quedó obsoleto, insuficiente y en desuso, pues el tránsito (ahora local) no tenía cabida en este túnel aventurero, no sobra decir que con el crecimiento poblacional crecieron también los grandes problemas de Ecatepec: inseguridad, pobreza, delincuencia y hacinamiento.
Se construyó una avenida, la Vía Morelos, nuevas autopistas, se cambiaron los sentidos de las principales calles del centro de la cabecera municipal y el puente no volvió a ser usado más que por drogadictos y malvivientes.
El puente se llenó de grafittis, viciosos, escuadrones de la muerte, cadáveres que eran tirados desde ahí al río de aguas negras. Nadie en su sano juicio hubiera cruzado por ahí sin arriesgar su integridad.
Para “solucionar” este problema, el gobierno municipal decidió tapiarlo, lo bloquearon, lo cerraron por completo y el vacío interior quedó como una gran bodega del vicio ahora más clandestina que nunca.
El Puente de Fierro forma parte de una ruta cultural y turística, que comienza desde la Casa de Morelos, pasando por el Albarradón de Ecatepec, adelante te encuentras el Ex Convento de Acolman y siguiendo la ruta llegas a las Pirámides de Teotihuacán por la carretera libre a Tulancingo.
Por ello y para atenuar la inseguridad que generaba el corrompido y mal usado espacio del Puente de Fierro, en el año 2000, los vecinos organizados con el gobierno municipal decidieron darle un nuevo aspecto de espacio cultural para expresiones locales y urbanas, que más tarde fue nuevamente clausurado.
Desde entonces el Puente de Fierro vio pasar a “un travestí perdido, un guardia pendenciero, pelos colorados, chinchetas en los cueros, rockeros insurgentes, modernos complacientes, poetas y colgados, aires de libertad”… Ahí está.